Reconstruyendo la Confianza desde el Plato: El Rol de las Nutriólogas en Tijuana

En Tijuana, muchas nutriólogas han dejado claro que su trabajo no se mide en calorías, sino en sonrisas recuperadas. No basta con planificar comidas ni con prohibir antojos. Ellas entienden que, detrás de cada elección alimentaria, hay emociones, historias, dudas… y muchas veces, culpa. ¡Vaya aquí para más información!

Paola lo ha visto cientos de veces. Mujeres que llegan a su consulta con la autoestima hecha trizas por dietas exprés, rebotes constantes y promesas rotas. Antes de hablar de comida, ella escucha. A veces, esa primera conversación no trata del desayuno, sino de cómo se sienten al mirarse al espejo. Y ahí empieza el verdadero cambio.

Andrea, otra profesional muy buscada en la ciudad, evita el clásico “¿cuántos kilos perdiste?” en cada seguimiento. Prefiere celebrar logros menos evidentes, pero más poderosos. Como esa paciente que por fin desayuna todos los días, o la que se comió una manzana sin contar calorías ni sentir culpa. Cosas pequeñas que, como ella dice, “tienen un peso enorme en el alma”.

Los datos del Instituto Nacional de Salud Pública no mienten: más del 40% de las mujeres en México reconocen que sus emociones afectan lo que comen. Las nutriólogas que saben esto ajustan el enfoque. No imponen reglas, sino que construyen estrategias con afecto, paciencia y mucho respeto.

Algunas incluso van más allá. Organizan espacios de conversación entre mujeres, donde no solo se comparten recetas bajas en grasa, sino también anécdotas reales. Entre risas y una que otra lágrima, surge comunidad. Alguien cuenta cómo logró controlar el antojo de tortillas a media noche… otra le dice: “yo también, pero no me funcionó dejar de comerlas, mejor aprendí a disfrutarlas sin culpa”.

Ahí es donde ocurre la magia. En esas charlas que parecen improvisadas, pero que curan más que cualquier menú. Las nutriólogas se convierten en aliadas que no juzgan, que no presionan. Acompañan. Reconstruyen lo que alguna vez fue dañado por comentarios hirientes o años de comparación.

Poco a poco, muchas mujeres vuelven a confiar. No solo en los alimentos. En sí mismas. Y aunque no lo digan en voz alta, se nota. Caminan diferente. Comen diferente. Y sonríen con esa calma que viene cuando por fin te sientes bien… por dentro y por fuera.

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